
Cuando se piensa en la orilla sur del Mediterráneo, es común imaginar un territorio dominado por el calor extremo y las vastas dunas del desierto. Sin embargo, más allá de esa imagen parcial, Marruecos ofrece una notable diversidad climática, reflejo de su geografía compleja y de contrastes. El clima árido y semiárido predomina en las regiones presaharianas del sur y sureste donde las precipitaciones son escasas (200 mm-150 mm) acompañadas de unas temperaturas muy elevadas; de hecho, pueden superar los 45ºC en verano. Al contrario, al norte, en la costa mediterránea y en la cordillera del Rif, se desarrolla un clima mediterráneo, el cual se caracteriza por tener inviernos suaves (10-15ºC) y veranos calurosos; en esta zona la pluviometría es moderada (500 mm-800 mm). En el interior del país el clima es continental, es decir: tiene una fuerte amplitud térmica con inviernos muy fríos y más largos que en el caso anterior. Las temperaturas pueden descender por debajo de -10ºC y, además, es normal que haya nieve; en cambio, los veranos son cortos y templados. En las zonas montañosas del Atlas, el clima se endurece, pues aquí el frío es extremo, de hecho, aparte de haber nevadas, incluso se pueden formar capas de hielo en las cumbres más altas. Finalmente, hacia el litoral atlántico, el clima es oceánico, lo que significa que las temperaturas (18-25ºC) son suaves todo el año gracias a la influencia del mar; aquí, las lluvias se concentran sobre todo en otoño e invierno.
Claudia Patarnello
IEMYRhd—Universidad de Salamanca
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