
Bien conocidos a través de una joya literaria como son las Memorias de uno de sus emires, Abd Allah, la historia de los ziríes en al-Andalus está unida a la ciudad de Granada. Con un glorioso pasado norteafricano (proceden de la región de la Qal’at de los Banu Hammad, en el este de la actual Argelia, donde hasta el siglo X actuaron como clientes de los califas fatimíes), los ziríes son el único grupo beréber de los Sinhaya que entró en al-Andalus cuando Almanzor decidió reclutar contingentes del norte de África a finales del siglo X. Su instalación en la ciudad de Granada (madinat Garnata), refundada por ellos, revela el carácter periférico de esa implantación. Los que llegan a al-Andalus estaban comandados por Zawi ibn Ziri, fundador de una taifa para cuya capital eligieron el antiguo enclave íbero-romano de Iliberris. La actuación urbanística ejecutada en esta ciudad supuso su completa remoción, dotando a Granada de una buena parte de sus elementos urbanos más significativos, entre los que destaca la Alcazaba antigua (al-Qasba al-Qadima) en el Albaicín. La conquista en 1057 de los dominios de sus vecinos hammudíes, establecidos como califas en Málaga, al tiempo que se producía el colapso omeya (1024), supuso una arriesgada apuesta a la hora de ampliar su sultanato, con la intención de garantizarse un puerto de salida de la Península, para lo cual Badis, el más relevante de los sultanes ziríes, edificó la Alcazaba de aquella ciudad. Su trayectoria en al-Andalus finaliza con la entrada de los Almorávides (1090).
Virgilio Martínez Enamorado
Universidad de Málaga
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