
La escasez extrema de agua y el clima inhóspito que caracterizan el desierto del Sáhara constituyen una barrera natural. Sin embargo, el Sáhara ha sido desde la Antigüedad lugar de tránsito y escenario de intercambios entre el Mágreb y el Sáhel. Los geógrafos árabes crearon la metáfora del desierto como mar, del camello como embarcación para atravesarlo, y de las tierras al sur de este como la otra “orilla” (ár. sahil).
En el periodo medieval, las fuentes textuales se refieren a los Massufa, Yudala, Lamtuna o Hawwara, entre otros, como los principales grupos de población que llevan a cabo dinámicas de movilidad y asentamiento en el espacio sahariano. Estos grupos recorren los itinerarios entre el Mágreb central y el reino de Gao, situado en la curva media del río Níger, y entre el Mágreb al-aqsa y los reinos de Gana, Sama, Silla, o Takrur, en el Sáhel occidental.
Aunque los textos árabes ponen el foco en el intercambio comercial, centrado en el alto valor del oro y de la trata de seres humanos, los vínculos entre los pueblos norteafricanos y subsaharianos serán también muy estrechos a nivel religioso e intelectual. Gracias a ellos, el Sáhel medieval quedará integrado de manera completa en el mundo islámico de la época, a la vez que desempeñará un papel fundamental en el sistema económico mediterráneo y global. Desde este periodo, los intercambios entre los pueblos del Sahara y el Sáhel serán también demográficos, lo que propiciará el surgimiento de elementos culturales compartidos.
Marta G. Novo
Universidad Autónoma de Madrid
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